A las personas con discapacidad se nos dice mucho que somos “ángeles” enviados por Dios a la tierra para cumplir una misión. Considero que todos los seres humanos vinimos al mundo por eso y no sólo aquellos que tenemos alguna condición especial. Desde mi Fe, tengo la certeza que cada persona es única y especial ante los ojos del Creador; es el ser humano el que midió y clasifico lo normal, lo anormal, la belleza y la capacidad, y desde allí nació la discriminación.
Y es justamente el relacionarnos con ángeles, lo que no nos permite a veces sentirnos humanos y expresar abiertamente nuestras emociones por la concepción que, si lloramos o nos enojamos, es porque nos afecta nuestra condición, y no porque tenemos emociones como cualquier persona.
Así mismo, el hecho de que se encasille y estigmatice a las personas con enanismo, con personajes fantásticos y mitológicos como duendes, gnomos y/o payasos; aporta a la ignorancia de muchos, el que se atreva a creer que somos amuletos de buena suerte y quieran tocarnos la cabeza o tener una foto nuestra, por los mitos y cuentos que se han inventado al respecto. Pero no, no somos ángeles, ni duendes, ni mucho menos super héroes.
Somos personas, humanas que experimentan emociones y cobijan en su corazón todo tipo de sentimientos; somos de carne y hueso, frágiles y fuertes, soñadoras, capaces de amar y con ganas de sentirse amados, con la enorme necesidad de reír con ganas, llorar abiertamente, enojarnos libremente sin reprimirnos nada y sin miedo a que relacionen nuestras emociones con el hecho de tener una condición especial.
Amo sentirme libre e imperfecta, pero a la vez con muchas capacidades y destrezas que me hacen fuerte y resiliente, tan igual y distinta a la vez. No soy super héroe, la estatura ni la discapacidad es lo que me da o me quita valor; es solo una apariencia y una condición, que no me define ni me condiciona; me enseña, me impulsa o me limita, de acuerdo con como la use; pero no me entristece ni me hace feliz, me hace humana.
He escuchado a muchas madres decirme que sus hijos con ADEE son muy reservados a la hora de expresar sus sentimientos y emociones; y es por eso, porque puede haber cierta auto presión y cohibición de expresar sobre todo la debilidad, para no afectar ni hacer sufrir a las personas que amamos y nos aman. Somos conscientes que una madre siempre se va a preocupar de lo que siente y vive su hijo, más si ese hijo tiene una condición especial; por eso, entre más especial nos traten y nos vean, más difícil será expresar libremente lo que sentimos.
No somos ángeles ni súper héroes, no vinimos al mundo a salvar ni enseñar nada, sólo nacimos para aprender a ser felices como todos, cada uno con lo que le tocó y con lo que tiene; porque todas las personas viven sus propias circunstancias y luchar por hacer realidad sus sueños y ser felices con lo que cada día enfrentan.
La vida es escuela que nos enseña de cada experiencia que se vive; en ese camino de aprendizajes, la discapacidad se convierte en maestra, con todos los desafíos que trae, por eso damos esa cuota extra y ese esfuercito de más, y es lo que nos ayuda a transformar en ventaja, lo que para muchos desde lejos pueda parecerle una desventaja.
El buen manejo de la inteligencia emocional es para todos, y nos permite saber actuar de acuerdo con lo que sentimos. A manera de testimonio, puedo compartir que, en varios momentos de mi vida, de acuerdo con acontecimientos vividos y pensamientos que tenía en otras épocas; creí que no debía mostrar mi fragilidad, para no perder credibilidad, ni la confianza de los demás. También me fue muy difícil aprender a manejar mis errores y frustraciones. Era demasiado dura conmigo misma sobre todo cuando me equivocaba o fallaba, y me angustiaba, pensando que, al equivocarme o que algo no me saliera bien, ya iba a estar en desventaja ante los demás.
Pero con el tiempo, aprendí a trabajar conmigo misma, orando, leyendo, escribiendo mucho, preparándome para ser referente, conferencista y maestra; sabía que si quería formar a las nuevas generaciones y transformar las miradas de la sociedad, lo primero que tenía que hacer era empezar por mí.
Conocí y aprendí a amar mi barro y mi fragilidad, porque fui testigo de cómo Dios lo usaba para mostrar su Divinidad y darme fortaleza. Descubrí a personas que Dios ponía en mi camino, para llamarlas amigas y poder hablar libremente de todo lo que sentía; pero lo que más me ayudó, fue a convertirme en mi propia mejor amiga, y escribir todo lo que sentía.
Otra herramienta de ayuda para canalizar las emociones está el practicar arte y deporte; el buen manejo del tiempo libre, el tener siempre alguna afición que ayude a la relajación, meditación y descanso mental y físico. No hay que olvidar que la ayuda profesional nunca está demás, siempre es necesaria y nos enseña a desarrollar la inteligencia emocional.
También ayuda mucho trabajar en desarrollar mi inteligencia espiritual; orar, fortalecer la fe, leer. Todo eso ha aportado cosas a mi vida y me ha permitido propiciar espacios para vaciar mi mente, escribir todo lo que siento, respirar, hablar con un asesor espiritual o con alguna persona cercana con quien tenga confianza de expresarme; pero ya nunca me dejo guardado lo que siento, porque las emociones negativas contenidas son una bomba de tiempo. Por eso cultivar la autoestima y propagar la empatía estoy segura de que salva muchas vidas.
No bajemos la guardia, hay que insistir todos los días y en cualquier tiempo, en seguir educando a la sociedad frente a los mitos y falsas creencias que habitan en la ignorancia de muchas personas que aún en estos tiempos siguen relacionándonos con duendes, gnomos, símbolos sexuales, payasos o elfos. Eso es algo que siempre existirá, porque en el mundo la ignorancia no termina, mientras haya personas que necesiten sentirse superior, haciendo sentir inferior a los demás.
Ese es el estigma más grande que existe, el que hace que muchas personas y familias con ADEE vivan prevenidos o se angustien ante la noticia de que viene un hijo con enanismo.
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