Soy la segunda de cuatro hermanos, “Todos normales” y me incluyo en lo normal, con todas mis rarezas que me hacen a la vez única; porque, aunque ninguno en mi familia tiene mi condición (Soy el premio mayor, mi mamá se ganó la lotería conmigo, ya que el enanismo es una condición genética que sucede en 1 de cada 12.000 nacimientos). Pero muchas veces me preguntan si en mi casa todos son normales; como si al verme pensaran que soy la “anormal” de la casa. Pero “los Rojas” somos conscientes de que todos somos diferentes, y nuestras diferencias tienen el mismo valor y responsabilidad; así que he crecido en una familia incluyente en las que nos amamos y aceptamos con nuestras rarezas.
El primero espejo en el que me vi, fue justo en los ojos de mis padres; para ninguna mamá o papá su hijo es feo o raro; por tanto siempre crecí sintiéndome amada y hermosa… El conflicto aparece en la adolescencia cuando la sociedad condiciona el amor, la belleza e impone la moda, inventa medidas para encajar en la ropa; tanto que para ser modelo o Reina de belleza asignan número a la estatura y la talla para ganar una pasarela o corona. Y eso ha llevado a muchas mujeres a sacrificar su autoestima, valor, salud y dignidad, por querer encajar; sufriendo muchas de anorexia, bulimia, suicidio y desamor.
Es justo en la etapa de la adolescencia, donde empezamos a adolescer todo eso, cuando nos miramos en el espejo de la sociedad y sentimos que no encajamos en ella; que hasta un grano de acné, nos hace sentir feas y que al ser demasiado gruesas o delgadas, altas o bajas; ya no somos dignas ni bellas.
Sufrí por un tiempo y en silencio, creyendo todo eso; y esforzándome por agradar a otros, hasta por sentirme amada; porque experimentaba que por más que me esforzara y diera lo mejor, me faltaba un “casi”; y aunque tenía muchas cualidades, aún faltaba algo que no me hacía suficiente para los demás.
Recuerdo el momento justo en que miré a mi alrededor, y vi a jóvenes de mi edad, deprimirse, esconderse o reprimirse porque la ropa no les quedaba como querían, porque no encajaban en la moda o porque al verse un espejo o soñar con el amor, se sentían feas; y lo que más me sorprendía era que ellas tenían los centímetros que me hacían falta, y yo en esos momentos hubiera dado todo por tenerlos; pero comprendí que en eso no estaba la felicidad ni la realización personal.
Fue allí donde me propuse dar la talla en todo lo que hacía, verme en el espejo y reconocerme, amarme tal cual era; resaltar lo que me ayudaba a fortalecer mi dignidad y todo lo que podía permitirme ver, más que una apariencia, mi esencia y valor, lo que me hacía especial ante los ojos de Dios.
Me propuse a vivir a la altura de cualquier circunstancia y hacer lo que mejor sabía hacer; perfeccionar mi arte, mis dones, mis talentos, para mi misma y para transformar las miradas y el espacio donde estaba; y desde ese momento empecé a sentir que quien realmente me conocía, no me veía como Kary “la enanita”, sino como Kary, la Mujer, la Maestra, la Escritora, la que toca piano en la Iglesia, la Conferencista que inspira.
Desde entonces puedo decir: Soy Mujer, no tengo las medidas, pero doy la talla y estoy a la altura de todas las circunstancias que he vivido y enfrentado.
Desde hace años, vivo para lograr mis sueños y a la vez sin darme cuenta, inspirar no solo a mujeres, sino también a las personas con talla baja y/o enanismo (ADEE) para que rompamos estereotipos y recuperemos el Amor primero que debemos sentir, que es el amor a sí mismo.
En el día internacional de la Mujer, las invito a todas, a mirarnos al espejo sin miedo, y sentirnos bellas con todas nuestras rarezas y diferencias; a no dejar que nada ni nadie nos haga sentir menos por ser mujeres, a sentirnos únicas y felices, capaces de lo que sea y estar a la altura de cualquier circunstancia. Kary Rojas (Mujer, Maestra, Escritora, Conferencista)

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