Amé y sigo amando mi colegio, me trataron con amor, me crearon un espacio seguro y yo construí allí mi zona de confort; me dejaron ser y hacer, y hasta no hacer, y digo esto porque simplemente en mis búsquedas personales, dejé de esforzarme por el estudio, le di prioridades a otras cosas y en bachillerato reprobé dos años, en los cuales, al final no fueron pérdida, porque fue una experiencia de la que aprendí demasiado.
Cuando me preguntan ¿qué me pasó? Respondo, creo que me faltó un poco más de autoexigencia para así poder descubrir y sacar todo lo que podía dar y no simplemente quedarme ahí con lo que quería dar o no dar. No fue culpa de nadie, mis maestros y las directivas me amaron al extremo, para ellos y para mis compañeras, solo tengo infinito amor y agradecimiento. Creo que todo fue consecuencia de mis procesos personales, además, eran otros tiempos; el modelo educativo no era como ahora, antes la educación se impartía en forma general y no se fijaba tanto en las diferencias del ser y las competencias múltiples de cada uno. Todo eso, más las batallas internas que enfrentaba sin darme cuenta, me hizo acomodarme y no autoexigirme.
En el preescolar y primaria fue sencillo, siempre aprobé con buenos resultados; amaba las letras y el arte, además era la protegida y acogida de mis compañeras, quienes siempre me motivaban y llevaban a su ritmo. Pero no puedo negar que sabía que tenía algo especial y me aprovechaba de eso, lo que a veces me llevaba en coche y sin esfuerzo.
No era que no fuera capaz, era que el estudio no era mi prioridad, pensaba en otras cosas, en montar bici, tener amigas, ver tv, jugar, etc; y aunque sabía que para mi papá y mi rectora era su mayor preocupación, para mí, estudiar no era algo que me motivara a hacer.
Nunca viví el acoso escolar; las niñas nuevas se acostumbraban rápido a mí, quizás al principio hacían preguntas curiosas, pero al poco rato, me conocían y me incluían, siendo yo una más entre ellas. Las que eran mayores me protegían y mimaban demasiado; lo suficiente para que por un tiempo, prefiriera estar con ellas en los recreos y disfrutar de sus mimos y privilegios. Así fue como, en el colegio, desde los 11 a 14 años, andaba con las chicas de 16 a 18 años. Porque yo tenía porte de una niña de 5 años y les gustaba mimarme y a mi disfrutar de eso.
Para un niño, sentirse el centro de atención, mimado y sobreprotegido, sino se mantiene un equilibrio con responsabilidades, tareas y exigencias; puede ser perjudicial; porque no va a darlo todo, ni siquiera a explorar aquello que tiene y que le hace único, simplemente se acomoda, estanca y crea una zona de confort que lo limita en sus sueños.
De todos modos, aunque gracias a Dios yo no tuve problema ni lo viví; siempre le digo a los padres de familia que hay que estar muy atentos a todas las alarmas que puedan indicar si el niño no se siente cómodo en su escuela, ya sea por acoso o por inadaptación o cualquier otro motivo. Algunas de estos avisos pueden ser: que no quiera ir, que sienta miedo o inseguridad, que cambie sus estados de ánimo y se vuelva más retraído o introvertido, etc. Esto va para todos los niños sin importar la condición. De ser así, se aconseja hablar en la escuela e iniciar el acompañamiento y la atención necesaria desde Psico-orientación y con escuelas para padres, para que desde casa todos aprendan a convivir, amar y respetar las diferencias.
A la mayoría de los padres de niños con ADEE, cuando se toca el tema de la escuela, les causa preocupación lo mismo: Las preguntas, miradas y comentarios de los demás niños, la hora del recreo, el trato de los docentes, las posturas en la silla, la ida al baño en los primeros años, los ejercicios y el deporte, los juegos bruscos, las competencias, la sociabilidad, en otras circunstancias.
Conozco el caso de padres que han enfrentado el rechazo con algunas escuelas que manifiestan no estar preparados para niños con ADEE, por simple desconocimiento e ignorancia del tema; porque en realidad no necesitan hacer ningún tipo de adaptaciones del currículo ya que el desarrollo cognitivo es como el de cualquier persona; lo único sería algunas adaptaciones en la parte de accesibilidad en sillas, baños o tableros; nada del otro mundo.
Para los más chicos, el tema de ir al baño es delicado, más aún si son baños de tamaño promedio. Para eso hay que estar atentos, acompañar, guiar, mientras aprende a ser independiente. Porque puede suceder que tenga algún accidente por no querer pedir ayuda al respecto.
También, se debe estar vigilantes frente a la socialización, el trato y la relación con los compañeros, para que no haya acoso, burlas o manipulación de parte y parte. De resto, la exigencia en lo académico y disciplinario debe ser igual a los demás, sin distinciones, ni privilegios.
Si educas a un niño, educas a un adulto y a la sociedad. Por eso el camino está en formar, educar, dar respuesta a sus preguntas, sin mentiras ni fantasía, tampoco con demasiada información que no entiendan. A los niños hay que enseñarles a reconocer, valorar y respetar las diferencias desde muy temprana edad.
Soy maestra y mi condición de persona con ADEE fue una ventaja cuando estuve orientando la Básica Primaria, por un lado, porque mis estudiantes eran de mi tamaño, lo que permitió que la comunicación y confianza que se crearon fuera plena y lo facilitó todo; por otro lado, porque siempre he creído que he tenido en mis manos la oportunidad de educar a la sociedad desde mi quehacer. Ahora que son más de 30 años como Maestra y Animadora Pastoral, y que trabajo con todas las edades, se me olvida realmente mi condición y estoy segura de que el cariño y el respeto que me he ganado es por mi profesionalismo y personalidad, y no por mi apariencia, aunque reconozco que mi condición es una puerta abierta que me ha ayudado a acercarme más, porque he sabido sacar ventajas de las desventajas.
Desde hace unos años, al colegio donde soy docente, llegó Alana (niña con ADEE) a cursar preescolar, y para ella ha sido un poco más fácil muchas cosas; porque, aunque llama la atención por su belleza y ternura, no hay curiosidades frente a su condición, debido a que todos los niños me conocen y saben que tengo acondroplasia; además la confianza que me tienen les permite hacerme preguntas las cuales aprovecho para explicarles de los tipos de enanismo que existen y de las características más comunes que tenemos. Todo es una oportunidad de formar a la sociedad y transformar miradas. También en lo personal, me ha sido muy enriquecedor acompañar a Alana en sus procesos, porque es una oportunidad para auto sanarme mientras camino con ella, en su lucha de hacer realidad sus sueños.
Al final, algo que ayuda mucho a la escuela es ofrecer charlas, para directivas, maestros, padres de familia y estudiantes, por todo el desconocimiento que hay frente a las ADEE.
LA EDAD DE LOS PORQUÉS…
Las que atraviesan todos los niños en esa edad, cuando se comparan con sus pares y quieren hacer lo que ellos hacen. Entonces vienen las preguntas: ¿Por qué no soy grande como él o ella? ¿Yo quiero correr más rápido? ¿Por qué no me eligen en los equipos? ¿Por qué mi bici es más pequeña que la de los demás? ¿Por qué ellos pueden y hacen eso y yo no? ¿Algún día voy a crecer?...
A mí nunca me explicaron lo que me pasaba y yo nunca pregunté nada; preferí buscar mis propias respuestas o no fijarme en lo que no entendía; en cambio, opté por vivir lo que tenía y era, no sé si fue fortaleza, un mecanismo de defensa o un escape el pensar que no había nada que preguntar, porque a lo mejor no iba a entender las respuestas. Pero muchos niños no son así; porque si se ven, se comparan con otros y se cuestionan al respecto.
Siempre aconsejo hablar de las diferencias de todas las criaturas de Dios, de lo que cada uno puede y no puede hacer, de las ventajas y desventajas. Y estas charlas creo que tienen más efecto cuando se hacen a todo el grupo, en una clase, desde preescolar cuando tratamos el tema del cuerpo y del autoconocimiento.
Es también muy importante ayudar al niño a descubrir sus inteligencias múltiples (Los seres humanos pueden conocer el mundo de ocho modos diferentes, que Gardner llama las ocho inteligencias humanas: lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, corporal, naturalista, interpersonal e intrapersonal.). Todo aquello para lo que es ágil y bueno, en lo que se destaca; y todo eso hay que fortalecerlo, ayudándole a cultivar sus aptitudes y talentos, que son los que va a poder usar en su vida y desarrollo personal.
En lo personal mi padre, me ayudó a descubrirlo y el arte, se convirtió en mi escalón más grande que me hacía sentir que tocaba el cielo; desde niña escribía cuentos, poemas, cantaba, bailaba, me gustaba la música, el teatro y siempre participaba o lideraba lo que tenía que ver con eso. Y aun cuando académicamente perdía materias, yo sabía que tenía cosas para lo que era realmente buena y esa fue mi fortaleza para no rendirme y poder levantarme cada vez que tropezaba y caía.
Estas charlas o clases en las que se trabajen las diferencias y las inteligencias múltiples podrán ayudar no sólo a los niños con ADEE, sino a todos los niños, porque es común que existan algunos que desde pequeños sufran por ser gorditos o delgados, o el color de su piel, o no ser buenos deportistas, etc.
Los niños de preescolar y de Básica Primaria, están en la edad precisa para fortalecer su autoestima y seguridad, en la medida que los ayudamos a ir conociéndose, amándose y descubriendo sus propios talentos.
Algunos padres me preguntan, ¿cuándo le digo a mi hijo que tiene acondroplasia? A lo que siempre respondo, cuando él mismo empiece a notar sus diferencias y a preguntar cosas; dándole respuestas reales, no fantasiosas como que no creciste porque no comías o porque te portaste mal. Esta respuesta o explicación tampoco debe darse a los niños de talla promedio que preguntan por qué su hermano o amigo es talla baja; porque van a suponer y afirmar que no creció porque no se alimentó bien o hizo algo mal y fue castigado; y eso no es sano para ninguno, ni tampoco es formativo.
Desde mi fe, siempre les digo en mis charlas, que Dios es el más grande artista que existe y todo lo hace diferente, con variedad de formas, tamaños, colores, texturas, culturas… Y le pongo como ejemplo la diversidad de plantas, animales, paisajes, personas que existen; y de eso modo, trato que nos miremos unos con otros, descubriendo y valorando nuestras propias diferencias, porque nadie es más ni menos por cómo se ve, ni por lo que tiene.
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