CONOCER, EDUCAR, SENSIBILIZAR, CONSCIENTIZAR Y TRANSFORMAR
Esta vez en cinco verbos y acciones, quiero aportar mi granito de arena, desde mi propia experiencia, desde mis reflexiones; porque es verdad que cada uno lo vive a su manera. Pero lo cierto es que muchas de las cosas que pasan, se repiten o simplemente no ocurren como deberían ser, es por ignorancia, desconocimiento lo que lleva muchas veces a la omisión, indiferencia, injusticia, exclusión y hasta la crueldad.
En la medida que vayan leyendo mis reflexiones, podrán ir conociendo y aprendiendo, para empatizar y tomar conciencia no solo de lo que otros viven, sino también mirar hacia dentro la propia vida y de este modo lograr que las acciones y las miradas se transformen.
Y VIO DIOS QUE ERA BUENO…
¿Qué hicimos mal? ¿qué salió mal? ¿quién tuvo la culpa? Esto es lo primero que se viene a la mente o se dice cuando una madre en su embarazo o al momento de dar a la luz nace un hijo o hija con discapacidad que rompe los moldes de “normalidad” que impuso la sociedad.
Las personas que nacemos con discapacidad, no somos embarazos no deseados; me atrevo afirmar que la mayoría, somos fruto del amor de unos padres que esperan sus hijos llenos de ilusión. Es apenas natural que esa ilusión se deforme en desilusión en el momento que reciben una noticia de estas; para todos los padres, su anhelo es que “su hijo sea normal o venga bien”. Y yo me pregunto ¿qué es normal? ¿Será acaso nacer con un mismo molde y no romper ninguna clase de estereotipos? Esto es lo primero que se va transformando, el concepto de “normalidad” impuesto por la humanidad que nos obliga y presiona a ser igual, seguir modas y modelos, y cuadricularnos en conceptos, que lo único que hacen es discriminar y excluir.
Es cierto que la discapacidad trae sus complicaciones de salud, digamos que esas son las que realmente requieren atención y preocupación. Porque lo demás, la apariencia, la discriminación y exclusión, son situaciones que viven muchas personas, aunque no tengan una discapacidad visible.
Porque todos los seres humanos tenemos nuestra propia discapacidad, hacemos las cosas a nuestro ritmo y manera, y tenemos cosas que podemos y no podemos hacer. Si lo vemos de esta manera, podríamos afirmar que todos tenemos capacidades diferentes.
Dios no se equivocó, El no dijo este me salió lindo o feo, a este lo colorearé blanco a este negro; o me faltó barro para hacerlo más grande; simplemente nos creó a su imagen y semejanza, y al final, Vio qué era bueno.
No hay culpable ni condena para ninguno de los padres, ni médicos; porque no han hecho nada mal; un hijo con discapacidad no es razón de aborto ni es causa de señalamiento o de culpa para nadie.
Pero en nuestras mentes superficiales y en este mundo de apariencias, siempre nos preocupa lo que digan los demás, lo que piensen cuando lo vean y los vean con él. De hecho, los primeros que más sufren con las miradas son los padres y más que por el cómo los demás miran a sus hijos, es porque en un principio, son sus ojos los que ven aquello que jamás creyeron ver o que muchas veces vieron y nunca pensaron que les pasaría. Y eso no es malo, ni es señalamiento para los padres; es parte del proceso, es lo más humano y natural que existe, porque la mirada del ser humano es superficial y hay que vivir muchas cosas para aprender a ver más allá.
Ahí está la primera enseñanza que dan los hijos a los padres, el mirar de otra manera, el ver al ser más perfecto del mundo en una criatura demasiado imperfecta; el lograr verlo con los ojos del amor y no querer cambiar nada de él, simplemente convertirse en el espejo en que ese hijo se vea y logre descubrir más que lo pequeño, su grandeza.
Por eso, lo primero que puedo decirles desde mi reflexión y experiencia, es que Dios no se equivoca, no somos un error de la naturaleza, ni una mutación de un gen; porque si la genética es como una rifa, nosotros somos el premio mayor, ese que todo el mundo quiere ganarse. Eso es lo que siento cuando me veo en un espejo, “un ser humano hecho a imagen y semejanza de Dios” y eso es lo que me permite ver en mis imperfecciones y debilidades, mis fortalezas y grandezas.
No hay error, ni culpables; no somos una condena; somos fruto del amor y lo que nace del amor es bueno y viene con un propósito, como todos los seres humanos. Porque el primer amor del cual nacemos es el amor de Dios y ese sí que es perfecto. (Kary Rojas ... Conocer, educar, sensibilizar, concientizar y transformar)
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