Llegó el momento de volver a casa, a estar en familia, a tener a mamá presente y a que papá también juegue con sus hijos…
Llegó el momento de que la mesa estuviera de nuevo llena y la familia quiera cocinar juntos…
Llegó el momento en que los padres hacen de nuevo las tareas con los hijos y ya no son las empleadas las que realizan este oficio.
Es más, llegó el momento en que entre todos se hagan los quehaceres de la casa y en familia se vean divertidos.
Llegó el momento de darle un poco de descanso al cuerpo, de echar una mirada a lo que tenemos, de reconocer a los que amamos y descubrir cosas que no habíamos visto, por no tener tiempo.
Llegó el momento de que muchos se acuerden de orar y hasta se pongan un tiempo para hacerlo unidos, de valorar a todos los médicos y los niños sueñen en querer ser doctores o científicos, para en momentos como estos, sean los que, de la mano de Dios, salven el mundo.
Llegó el momento de dejar la ropa y zapatos de marca en el armario y ponerse lo más cómodo que tenemos, de aprender a racionar la comida y acordarnos de los que no tienen alimento.
Llegó el momento de darnos permisos de hacer cosas tontas, para divertirnos y no pensar en los malos tiempos.
Llegó el momento de disfrutar un poco más el estar en casa y no sentir el hogar un lugar ajeno.
Llegó el momento en que las calles se ven limpias y los pájaros vuelan sin miedo; los cielos se ven despejados, porque los autos y las fábricas han apagado un poco sus maquinas y los trabajadores están en casa protegiéndose y protegiéndonos.
Llegó el momento en que los ríos y mares se ven más limpios porque no hay gente ni embarcaciones contaminándolos, con todo lo que arroja en ellos.
Llegó el momento, de extrañar tantos los besos y los abrazos, ahora que están prohibidos; y reconocer que antes cuando podíamos darlos, muchas veces los dejamos de lado o los reprimimos.
Llegó el momento, de volver a las cosas más simples y sencillas, de pensar un poco en los demás, de dar gracias, cuidar y valorar lo que tenemos, porque no sabemos en qué momento podemos perderlo.
Llegó el momento en que sentimos necesidad de volver a Dios, no importa cómo le llamemos, en saber y sentir que somos muy frágiles, y aunque no se vea la diferencia, las cosas con El no son lo mismo que sin El, porque de su mano, siempre hay esperanza y confianza de que todo va a estar bien, porque confiamos en su infinita misericordia y en su amor eterno.
Kary Rojas
Instagram @karyrojas1528
Twitter: @rojaskary
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