Y fue así como se volvió tan común ver y escuchar tantas cosas que antes no se veían y escuchaban; que para no juzgar ni sentirse juzgado, fue mejor normalizarlo.
Ahora todo es normal y muchos ya se han acostumbrado…
Es normal ver la guerra tan lejos, pero tan cerca; que mientras no nos pase, no nos preocupamos; es normal que se mate por robar y que se robe para no trabajar. Es normal que la gente hable como quiera y haga lo que quiera, y nadie se meta; porque donde todos tienen algún rabo de paja, es mejor que ninguno se acerque a la candela.
Se nos hizo normal las relaciones sin sentimientos y los sentimientos sin relaciones.
Se nos hizo normal acabar con la vida, para muchos esa es la mejor salida.
Se nos hizo normal las familias disfuncionales, las familias sin casa y las casas sin familia.
Se nos hizo normal la pobreza de muchos y la riqueza de pocos, que ya muchos quieren hacerse ricos de la manera más fácil.
Se nos hizo normal los niños acompañados por dispositivos electrónicos, sin presencia de los padres; o encerrados en la casa, pero libres por las redes sociales.
Y de repente todo se nos hace tan normal que nos acostumbramos a las personas, a lo que tenemos, a donde estamos, a perder o a ganar; tanto, que nos estancamos, no soñamos, nos movemos de acuerdo con las circunstancias, y todo lo normalizamos.
Ya todo es tan normal, que cuando le preguntas a alguien cómo se siente, o cómo va todo, la respuesta de muchos es “normal”.
Ante todo esto, quiero empezar a rescatar lo raro, lo extraño, aquello que se ha perdido o que no se ha logrado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario