Soy de las personas que le gusta fabricar recuerdos, guardo pequeños detalles que más adelante puedan hablarme de alguien especial o de un momento bonito que quisiera revivir. Por eso dedico tiempo en mis espacios libres para esculcar mis cajones, gabinetes, libros, armarios y organizar, limpiar, recordar, a la vez que libero espacios.
Y de repente me encuentro con cosas que en su momento quise conservar, pero que ya no tiene sentido seguir guardándolas; y me doy cuenta, que ya no evocan el sentimiento o emoción que me hicieron experimentar en su momento; es algo así como si perdieran vida o magia.
Así suele suceder en las relaciones, si solo guardas o tragas, y si no limpias o renuevas, si no liberas espacios donde acumulas o pospones, llega un momento donde la vida se te hace un cuarto de san alejo, y tienes espacios a los que nunca acudes y no sabes lo que tienes, si sirve o no, si aún conserva su valor. Por eso hay muchos sentimientos que mueren, heridas que no sanan y guardados que dañan.
En ese proceso de revolcar mis recuerdos, de sumergirme en mis cachivaches, me vi desprendiéndome de cosas que en su tiempo fueron significativas, algunos apegos que despertaban emociones y sentimientos, que ahora que los veo y enfrento, ya no siento lo mismo; lo que quiere decir que es el momento de ir dejándolos y liberándome, porque ya pasó; y es hora de seguir adelante sin mirar atrás.
Esta debe ser una terapia de vida, revolcar los cajones de la mente y el corazón, limpiar recuerdos, renovar aquellos que no queremos que se borren, sanar heridas, desprendernos de lo que haga pesado nuestro equipaje, para poder caminar con pasos cortos y pisadas firmes, y estar a la altura de las circunstancias.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario