
Y ahí cuando más quebrantado se ha sentido el corazón, siempre ha encontrado en ti o en mi, la palabra oportuna, el abrazo cálido, el descanso pleno y fortalecedor que permite que se sane la herida y se recupere la ilusión…
Poco a poco, sin darnos cuenta, sabemos que ya no puede vencernos cualquier dolor, si guardamos en nuestro corazón, suficiente amor para entregar, en grandes dosis capaces de sanar, de hacer cualquier milagro y salvar…
Confiamos plenamente que al caer o tropezar, tenemos una mano que nos ayuda a levantar, brazos fuertes que nos sostienen y no nos dejan desfallecer ni claudicar; y un sentimiento pleno que nos renueva y nos impulsa a no rendirnos, sino continuar…

Por eso, cuando algo nos duele o nos hace mal, no vacilamos que camino tomar; sabemos que en este sentimientos que nos une nos podemos refugiar, expresar lo que se siente, sin temor a los juicios ni a la traición, sino confiando en que encontraremos toda esa comprensión que nos permite despojarnos de lo que pesa y hiere, encontrando la sanación…
Todo se hace más liviano, porque entre dos lo cargamos; así mismo se desvanece cualquier opresión cuando brotan libremente las lágrimas que limpian y sanan nuestro corazón; ya hemos aprendido a decir bendito seas dolor, porque en los momentos de mayor dificultad es cuando logramos contemplar y experimentar, la grandeza y fidelidad que nos une y no nos deja claudicar.

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