
Amó con tanta fuerza que de ese mismo amor que experimentó se supo saciar…
Vivió mucho con la soledad, y la soledad lo quiso siempre acompañar para que no sufriera por ella más…
Cayo tan hondo, que cuando toco fondo se impulsó y a la superficie logró llegar…
Se rompió en tantos pedazos, que prefirió terminar de romperlos, retomarlos uno a uno y volver a empezar, para con ellos una nueva obra crear…
Estuvo tan perdido, que cuando nadie lo hallaba a sí mismo se pudo encontrar; se equivocó tantas veces, que después de hacerlo tanto, ya sabía cuál camino tomar para no volverse a equivocar…
Esperó tanto tiempo, que se durmió esperando y así aprendió a soñar; lo sintió tan hermoso que cuando abrió sus ojos, vio que los sueños se le escapaban y luchó con todas sus fuerzas para hacerlos realidad.
Cayó tantas veces mientras caminaba, que después de tantos golpes y caídas aprendió a caminar como debía y a levantarse cada vez que caía…
Lloró tantas veces a escondidas, que sus lágrimas prefirieron esconderse en lo más profundo del alma, para no tener que ocultarse cada vez que se le escapan.

Y ya cuando se cansó de luchar y creyó llegar al límite de lo que podía hacer o dar, ahí sin fuerzas y experimentando total debilidad y soledad, cuando miró a su alrededor y sintió como las personas se acomodaba cada una en su propio lugar, cuando pensó que iba a morir porque su corazón no iba a dar para más; se dio cuenta que cuando las cosas humanamente al parecer no dan para más … Dios es el que puede ver y escuchar lo que nadie más logra captar… El está más allá de todo, el llena los vacios que otros dejan, calma las desilusiones, soledades y tristezas; reconstruye lo que está quebrantado, repara y sana el corazón herido, y cuando siente que estamos cansados, acude a nosotros aunque no le veamos o pensemos que nos ha abandonado, es ahí cuando no nos damos cuenta que en el límite de todo, el Amigazo quiere que descansemos y esperemos en El, por eso, nos lleva en sus brazos…
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