Hablemos de otra cosa…
De la edad de la inocencia; cuando éramos niños y éramos inmensamente felices, sin tantas cosas y con muchas experiencias de las cuáles hoy tenemos mil historias que contar…
Hablemos de esos tiempos en los que creíamos en el niño Dios, en el que éramos felices esperando el 31 de octubre para disfrazarte de tu personaje favorito o de cualquier cosa que se te ocurriera, con tal de salir a pedir dulces.
Crecí en un conjunto cerrado de 67 casas, llena de niños de todas las edades; que nos gozábamos estas fechas, sin pensar en tanta maldad que ahora existe.
En nosotros no había malicia, solo ganas de disfrutar, de cantar “triki triki Halloween sino no hay dulces para mí, se te crece la nariz”; qué gran ofensa esa, desearle a otro que se le crezca la nariz… pero más que desearlo era un solo canto, que entonábamos sin querer dañar a nadie, solo disfrutar.
En mi casa mi mamá nos quitaba la mitad de los dulces que recogíamos, para el cumpleaños de mi hermano (2 de Noviembre) y yo me apresuraba a sacar y esconder los que más me gustaban, antes de que llegará doña Antonia y se los llevará … Gracias a nosotros por muchos años, no compró dulces para el cumple de Joche…
Yo me disfracé de muchas cosas, recuerdo a Gasparín, campesina, gánster, y cuando ya tenía 13 años, me sentía demasiado grande para disfrazarme, así que me vestí de rockera de los 80.
Hoy toda la maldad ha salido a la luz, los niños han perdido la inocencia al vivir en un mundo sin censura, en el que todo lo común se hace normal y se crece con la teoría que es mejor que sea consciente de la realidad para que no sufra.
Hoy nuestros niños maduran a la fuerza y muchos padres prefieren que sea así, para evitarse tanta responsabilidad de cuidar y proteger sus mentes y corazones, y prepararlos para el mundo, haciéndolos rudos y duros.
Sé que tras la historia de un día como hoy, hay mucha maldad, sé que muchos aprovechan el momento para hacer de las suyas, sé que ya no se puede salir a la calle como antes, no solo por el virus que nos asecha, sino también por tanta inseguridad.
Hoy veía en el noticiero que, por el Covid, las celebraciones deberían ser virtuales; y lo entiendo…
Pero me duele mucho por las nuevas generaciones que no tendrán historias y aventuras que contar; que todo lo que hay que celebrar será virtual; que no pueden sonreír con libertad por un tapabocas; y da miedo abrazar porque te puedes contagiar… Qué triste crecer creyendo que esta nueva realidad es lo normal y que cuando los abuelos les contemos lo felices que éramos, se reirán de cómo vivíamos…
Nunca olvidaré la edad de la inocencia y por ello, mi niña interior sigue viva y aún cree en la magia y sueña con ella…
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