
El compartir se inmortaliza con detalles y recuerdos, las emociones están a flor de piel, muy fácilmente se sube o se baja del cielo; se ríe o se llora, se cree o se pierde la fe… todo depende del momento, de lo que se experimente con ese sentimiento que se llega a convertir en lo que anhelamos y soñamos sagrado y eterno…
Muchos rondan y observan los efectos que logra quien tiene el privilegio de vivir, aquello tan inmenso que muchas cosas hace sentir; hay quienes en esa impotencia ante lo que no han sabido construir, buscan dañar con palabras y acciones, se las ingenian para tratar de destruir…
Y ante lo que vemos demasiado hermoso, existe en ocasiones escepticismo, porque parece irreal lo que se ve casi que perfecto; y es precisamente esa inseguridad, la que nos baja la guardia ante lo que dicen y hacen los demás, haciendo vulnerable lo que cuidamos con tanto recelo…

Así, con el ser desbordado de todo ello, el hacer se convierte en expresión y cada situación se aprovecha para hacer real lo que consideramos lo más bello; los ojos se visten con un nuevo brillo, la sonrisa se acomoda en el rostro que refleja paz y plenitud por poseer todo aquello; sentimos el abrazo de Dios, todo parece mágico por tanto detalle que emite destello…
No podemos negarnos la oportunidad de vivir el sentimiento, aunque no sepamos cuanto va a durar o tengamos miedo de que no sea eterno; hay que disfrutarlo hasta el final, inmortalizar en nosotros sus más hermosos recuerdos, para que no duela el pensar lo que en nuestra alma supo habitar, y no sentir vacío ni frustración por lo que es realmente bello…
Si algo en ti germinó, no te prevengas, cultívalo que adornará tu corazón y entenderás la razón por la que en tu vida ese sentimiento nació…
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