lunes, 24 de diciembre de 2018

EL MEJOR REGALO



EL MEJOR REGALO...

En estos días las calles y almacenes parecen una locura; todos se aglomeran tratando de comprar los regalos para dar en Navidad; los ahorros se invierten, se gasta lo que hay y hasta lo que no se tiene; los árboles y botas navideñas están a reventar de obsequios; las propagan y ofertas invaden las redes y medios de comunicación; para muchos la Navidad es eso...

Por otro lado todo el mundo sube fotos de las obras que hizo, de los regalos que dió, de la ropa navideña que luce, de los alumbrados y arreglos que visitó; además que cada año surgen nuevos motivos y personajes que se apoderan de esta celebración; Papa Noel o Santa Claus con toda su corte de renos, duendes, y demás; arboles y bolitas navideñas, luces de colores, pesebres, todos se convierten en protagonistas de este tiempo tratando de mantener vivo el espíritu navideño.

Pero yo me pregunto, si en toda ese anhelo de dar y recibir, será que es posible mirar a donde más nos cuesta, desprendernos de lo más difícil que es dar o envolver, un abrazo de perdón y de paz, a esa persona de nuestra familia que se siente lejos, distante, por cosas de la vida, donde todos o nadie son culpables...

Hace tanta falta regalar palabras que acerquen, gestos que reparen y sanen, sonrisas que iluminen; todo esto no se vende en ninguna tienda, es gratis, pero vale más que cualquier regalo y cuesta tanto, que a veces se hace difícil darlo.

Si en Navidad celebramos el Nacimiento de nuestro Salvador; si los ángeles lo anunciaron diciendo: Gloria a Dios en el cielo y en las tierra paz a los hombres que aman al Señor”; digamos: FELIZ NAVIDAD a esa persona que más necesita escucharlo; a aquella con quien debemos hacer las pases.

Si fuimos capaces de comprar tantos regalos y de hacer feliz a muchos, demos el Paso y dejemos que el Niño Jesús nos llene de fuerzas y sabiduría para celebrar su venida con Amor y Paz, ese es el Mejor Regalo.

Aún estás a tiempo de regresar de donde te has ido, de llamar a quién hace mucho no llamas, de abrazar a quien tiene el corazón herido, de decir te amo a quién más anhela escucharlo...

Despójate de todo lo que te impide hacerlo, ahí en ese desprendimiento está la pobreza de un establo donde el Niño Jesús libre de peros y excusas, quiere nacer...

FELIZ NAVIDAD

lunes, 10 de diciembre de 2018

Y TU DE QUE PRESUMES?

¿Y TÚ QUÉ PRESUMES?

Vivimos en una sociedad que tiene desfigurada la escala de valores; gente a la que le gusta presumir y alardear de aquello que cree le hace ver o sentir superior, como si el valor de la persona dependiera de eso. Les gusta presumir de lo que tienen y hasta de lo que no; de lo que son y hasta de lo que aparentan ser; de lo que usan, de un apellido, del barrio donde viven o de la escuela en la que estudian, no por lo que en ella aprenden, sino por el valor costoso que tiene. 

En mi país, Colombia, en Cartagena, costa caribe, colonizada hace más de 500 años; nos quedó el eco de sentirnos más por un apellido o una clase social, y de querer presumir por cuantas personas tenemos a nuestro servicio, por las familias con las que nos relacionamos o por las limosnas que damos.
Qué mal se usan las palabras y que definiciones erróneas les hemos dado, al decir que una persona es de BIEN, por lo que tiene, y que otra es HUMILDE por lo que no; que se tiene CLASE porque aprendiste modales o te vistes de marca, aunque minusvalores a los que no; o que se llama de COLOR  a una persona morena, como si el blanco, que en realidad no es tan blanco, no fuera un color.

A la hora de la hora, el día en que muramos, los gusanos no van a notar eso, y todos terminaremos devorados o algunos cremados, quedando chamuscados, color negro o ceniza, y nadie se acordará de color fuimos y el apellido no se verá diferente escrito en la lápida, sólo valdrá la pena la historia que escribimos en las páginas del mundo, y en los corazones de quienes nos conocieron.

Le pido a Dios, que si de algo he de presumir, que no sea de mi apellido, sino de la familia que tengo, de los valores que vivimos; tampoco de los títulos obtenidos, sino de lo que hago con todo eso y con los dones recibidos; le ruego que no permita que caiga en la tentación de que me sirvan, sino que me enseñe a servir en silencio, y que nadie me lo agradezca, para que todo lo que hago quede escrito en el cielo.

No quiero ver mi nombre escrito en una lápida olvidada, sino en las páginas del mundo por aquellas cosas que pueda hacer y que trasciendan, que hagan mejor persona a quienes las conozcan o las lean.
Quiero presumir de aquello que hago y que otros disfrutan, de las risas que dibujo, de los corazones que me gano sin importar qué apellido tengan, de cada anécdota vivida, de los recuerdos que valen la pena mantener vivos, de las personas que amo y que son felices conmigo…  Presumo de los logros de mis alumnas y de las personas que están a mi lado, y no porque se deban a mí, sino porque me hace feliz ver que van creciendo y haciendo realidad aquello por lo que luchan y trabajan con esfuerzo; es eso lo que me hace sentir orgullosa de ellos. Presumo de lo que siento que me sale bien hecho, después de tantos intentos; de lo que aprendo a la fuerza, de lo que alcanzo cuando creía no poder hacerlo.

Y tú, qué presumes o de qué te sientes orgulloso?