De pequeña conservaba la inocencia de los niños, me veía como todos, no
encontraba diferencias, hasta que salí a la calle, y el mundo me miraba de tal
forma, que empecé a tener miedo de verme con sus ojos, para no sentirme más
pequeña…
Y aún siendo niña, pensé que era diferente en el mundo, simplemente quería
ser igual y hacer lo de todos; y aunque pude coincidir con otros como yo, me dio
temor el reflejo, y cuando los vi a ellos como mi propio espejo, se deformó mi
mirada, prefería no verme ni verlos…
Pero en vez de cerrar mis ojos, los abrí aún más, y me vi en la mirada de
mi padre, en la de mi familia y en la de aquellos que me amaban, en los que al
verme no median mi estatura, sino que eran testigos de como daba la talla…
Y así aunque veía demasiado grande, todo lo que me rodeaba; luché para que
nada me quedará grande; dejé de mirar obstáculos imposibles, aprendí a ver
desafíos gigantes, que cuando los enfrentaba me ayudaban a vivir con grandeza y
no a querer solo sentirme grande, aprendí en ello la gran diferencia.
Me salí del cuento de Blanca Nieves, me escapé de los mitos que la gente
cuenta, comprendí que no era personaje de una fábula, ni de película ni de una
leyenda, sino la protagonista de mi propia historia, esa que cuento en la
medida que vivo.
Y con el tiempo, alimentada de amor, fui creciendo, aprendiendo en la
escuela de la vida las lecciones que me daba, quizás sin poder correr, daba
pasos cortos, pero al ver las huellas que dejaba, entendí que eran firmes mis
pisadas.
Entendí que no querían que se rieran de mi, sino que sonrieran conmigo; que
no era necesario responder las preguntas de las cuáles no tenía respuestas; comprendí
que no quería crecer en estatura, sino
estar siempre a la altura de las circunstancias, porque desde abajo se ve más
del cielo su grandeza …
No quise borrar palabras del diccionario, sino transformar su significado
de acuerdo al sentimiento con que se pronuncian; quise enseñarle al mundo que tengo
una condición que no me condiciona, que no se compliquen en cómo llamarme, que
simplemente se aprendan mi nombre y eso nos hace hermanos y amigos…
Así es como se transforman las miradas, como dejas de vivir de apariencias;
así es que aprendes que más que ser grande, hay que vivir con grandeza; que no
es importante cuanto mido, porque lo que tiene sentido es dar la talla; y ahora
veo con otros ojos a aquellos que como yo, se les olvida, su estatura, porque
sienten que luchan y se esfuerzan por estar siempre a la altura.
Cuando entiendes esto nada lo ves deforme, porque se transforma y renueva tu mirada…