
Otros van más allá y se apoderan de alguna habitación, la cuidan o la desordenan, se quedan o se alejan, quedando abiertas por si regresa, sobre todo cuando existe demasiado amor; pero en esa espera pueden suceder muchas cosas, que alguien más encuentre las puertas de par en par y se decida a entrar sintiendo agrado por lo que ahí ha de encontrar; ocupando ese vacío que otro dejó y no supo valorar, hallando al regresar, que para él no hay lugar… O tal vez en esa experiencia de sentir pérdida y dolor, se tome la decisión de cerrarlo todo con tal de no sentir más dolor; clausurar puertas y ventanas, no permitirse recibir ni dar nada parecido al amor y la amistad, porque en ese abrir de par en par, alguien entró y no supo cuidar lo que había y lo que se le supo entregar…
Hay puertas que permanecen tan cerradas y protegidas, que nadie se atreve intentar asomarse y mucho menos abrirlas; son esas las barreras que coloca un corazón, que sintiéndose tan frágil, decide que es mejor negarse vivir la ilusión de todo lo que tiene que ver con la amistad o el amor… Ante todo esto, muchos se quedan con la apariencia que se muestra y no intentan descubrir lo que hay tras esas puertas; se necesita tener mucha capacidad de ver lo que hay más allá, con el fin de valorar y disfrutar, tantas cosas hermosas que por temor se han de ocultar.

Si alguna vez te han herido y no han valorado lo que en tu corazón han encontrado, no cierres con candado tus puertas, déjalas abiertas para que lleguen otros que contemplen lo que en ti guardas y disfruten de todo lo maravilloso con lo cual el Amigazo Dios te ha adornado, El con su amor todo lo sana y repara, nunca nos desampara, por eso por muy fuerte que sea lo que has pasado, no lo dejes fuera, ni cierres para siempre tus puertas, que sin darte cuenta, saldrá en tu vida un arcoíris y habrá pasado la tormenta.