
Yo también fui adolescente, allí fue cuando descubrí mis diferencias y me di cuenta que la humanidad vive es de las apariencias, crea patrones de normalidad que todo lo limitan, discrimina con crueldad a quien no se ajusta a sus exigencias.
Mi escala de prioridades se innovó, las amistades, la música, los poemas, la farándula, la búsqueda del primer amor y el baile, se convirtieron en lo más importante; las demás cosas como el colegio, las normas, los adultos bajaron de puesto, ocupaban otro lugar; era como si nada de eso importara, lo mejor de la vida para los jóvenes es enfrentar mil aventuras, pasarla bien, asumir riesgos que logren la historia transformar, porque la juventud cree que con fuerza y pasión, todo puede mejorar.
Mi condición física me hizo sentir en desventaja, para mis galanes nunca crecí; en esta edad, hasta un granito en la cara puede acabar la autoestima; por lo tanto no fue fácil asumir que por ser de talla baja, ningún chico se fijaría en mí, y que no viviría muchas experiencias que al igual que mis amigas, yo quería vivir.
El espejo se convirtió en el enemigo que me recordaba que yo no era igual; las preguntas sin respuestas se apoderaron de mi mente, la soledad le puso cadenas a mi corazón; las lágrimas se reprimieron, porque nunca quiso recibir lástima ni compasión mi razón.
Fue en esta etapa cuando descubrí mi verdad y me hizo daño tu verdad, porque para el otro las apariencias eran lo esencial; pero más tarde encontré la verdad, cuando me di cuenta que muchos jóvenes tenían esos centímetros de más que me faltaban y ellos tampoco encontraban la felicidad, sufrían sino estaban a la moda, se deprimían si eran gordos o flacos, o si no les combinaban los zapatos; se encerraban en casa por el acné, cambiaban el color y forma de cabello, nunca estaban conformes, por tanto, la estatura no era lo esencial; la realización personal está más allá, se logra experimentar cuando aprendemos a hacer lista de nuestras bendiciones, agradecer y disfrutar de lo mucho que tenemos y no estancarnos ni lamentarnos por lo poco que carecemos.
Yo también tuve 15 años y sí que los disfruté, porque todo ello me hizo crecer demasiado interiormente y muchas cosas aprender; nunca he dejado de creer que soy un sueño de Dios, vivo porque quiero hacerlo realidad, y en esa lucha aprender a ser feliz de verdad.
Los jóvenes tienen la energía y la fuerza para transformar el mundo, hay es que saberla usar y no permitir que sea el mundo quien le robe sus ilusiones y los haga cambiar de tal forma que cuando se convierten en adultos crean que los sueños son fantasía y nunca se hacen realidad.
¡PILAS QUE SI NO CAMBIAS EL MUNDO, EL MUNDO TE VA A CAMBIAR!
Mi escala de prioridades se innovó, las amistades, la música, los poemas, la farándula, la búsqueda del primer amor y el baile, se convirtieron en lo más importante; las demás cosas como el colegio, las normas, los adultos bajaron de puesto, ocupaban otro lugar; era como si nada de eso importara, lo mejor de la vida para los jóvenes es enfrentar mil aventuras, pasarla bien, asumir riesgos que logren la historia transformar, porque la juventud cree que con fuerza y pasión, todo puede mejorar.
Mi condición física me hizo sentir en desventaja, para mis galanes nunca crecí; en esta edad, hasta un granito en la cara puede acabar la autoestima; por lo tanto no fue fácil asumir que por ser de talla baja, ningún chico se fijaría en mí, y que no viviría muchas experiencias que al igual que mis amigas, yo quería vivir.
El espejo se convirtió en el enemigo que me recordaba que yo no era igual; las preguntas sin respuestas se apoderaron de mi mente, la soledad le puso cadenas a mi corazón; las lágrimas se reprimieron, porque nunca quiso recibir lástima ni compasión mi razón.
Fue en esta etapa cuando descubrí mi verdad y me hizo daño tu verdad, porque para el otro las apariencias eran lo esencial; pero más tarde encontré la verdad, cuando me di cuenta que muchos jóvenes tenían esos centímetros de más que me faltaban y ellos tampoco encontraban la felicidad, sufrían sino estaban a la moda, se deprimían si eran gordos o flacos, o si no les combinaban los zapatos; se encerraban en casa por el acné, cambiaban el color y forma de cabello, nunca estaban conformes, por tanto, la estatura no era lo esencial; la realización personal está más allá, se logra experimentar cuando aprendemos a hacer lista de nuestras bendiciones, agradecer y disfrutar de lo mucho que tenemos y no estancarnos ni lamentarnos por lo poco que carecemos.
Yo también tuve 15 años y sí que los disfruté, porque todo ello me hizo crecer demasiado interiormente y muchas cosas aprender; nunca he dejado de creer que soy un sueño de Dios, vivo porque quiero hacerlo realidad, y en esa lucha aprender a ser feliz de verdad.
Los jóvenes tienen la energía y la fuerza para transformar el mundo, hay es que saberla usar y no permitir que sea el mundo quien le robe sus ilusiones y los haga cambiar de tal forma que cuando se convierten en adultos crean que los sueños son fantasía y nunca se hacen realidad.
¡PILAS QUE SI NO CAMBIAS EL MUNDO, EL MUNDO TE VA A CAMBIAR!